Mediterráneo, de punta a punta en una semana

El amable Mediterráneo tiene reservado un trayecto a tu medida. Más largo o más corto, pero siempre placentero. Necesitarás muchos folios para llenar de experiencias tu cuaderno de a bordo. Al regreso, apenas abarcará los epígrafes de sensaciones que representa: la puesta de sol de la Riviera francesa, la foto en la Fontana de Trevi de Roma o las playas de las islas griegas, la quietud de tu moderno camarote, la oferta cultural a bordo, o la convivencia durante unos días diferentes atravesando el Mediterráneo. Déjate abordar por una sorpresa tras otra al despertar. Cada día una escala, cada día una impresión. Y aquí al ladito.

Si te gusta la Historia... Vas a empaparte de sensaciones. Roma, Pisa, Florencia, Nápoles, Venecia, Rodas... Y una sorpresa fuera del clásico circuito italiano: Bari. Todos los pueblos dejaron huella por aquí. Encontrarás vestigios de todas las épocas. No te cansarás de indagar, de leer, de escuchar y preguntar al guía. Apasionante.

Si eres romántico... La entrada en el Gran Canal de Venecia al amanecer es de las que no necesitan foto. Tan inolvidable como el atardecer en Santorini: "Callisti", su nombre en griego, significa "La más bella". Con razón.

Si el arte es tu fuerte... Hay muchas citas ineludibles, pero el David de Miguel Ángel, la estrella de Florencia, es a un palmo mucho más impactante de lo que crees. El templo de Zeus, en Olimpia, es un ejercicio de virtuosismo arqueológico. Las ruinas de Pompeya, cerca de Nápoles, sorprenden por su estado de conservación. Y las de Cartago, en Túnez, por su abundancia.

Si buscas naturaleza, hay luz y color para exportar más allá de tu retina. Túnez, Dubrovnik o Mykonos (subraya entre tus objetivos las playas de Kalafati y Livadi) son reclamos en blanco, azul y verde. 

Si te gusta el shopping, no te preocupes: siempre hay tiempo para traerte un souvenir de Sidi Bou Said, en Túnez, o pasear por Via Condotti, la calle de la moda de Roma, por ejemplo. Disfruta: hay tiempo para todo.

Si lo que te llama es el descanso, siempre encontrarás un solitario rincón en cubierta para leer con la brisa en la cara y los delfines escoltándote. Resulta tan estimulante la experiencia, que muchos viajeros dudan si tomar tierra en todas las escalas. Hay quien piensa que la mejor isla, la mejor escala de un crucero, es el propio barco.

El atractivo de un barco moderno y lujoso. Tanto el Sovereign como el Costa Fortuna son un prodigio arquitectónico. Sus cubiertas en espiral agitan la curiosidad de todo el pasaje. El centrum, el corazón del barco, es un patio de luces en el que te gustará coger sitio en las barandillas para asomarte. Abajo, la gente baila, canta y se relaciona como en la plaza de una ciudad. 

Hay restaurantes para todos los gustos. A cualquier hora, en cualquiera de ellos, puedes disfrutar de un tentempié o de una exquisita cena. Y siempre hay alguien que acaba de regresar de tierra firme en Mónaco, Niza, La Goulette o Venecia, o se dispone a dar una vuelta por los mercadillos del puerto. Como tú, pero cada uno a su ritmo.

A bordo dispones de todo lo que necesitas: hay tantas cosas que ver y disfrutar, que te sabrán a poco. Puedes darte un masaje, disfrutar de los espectáculos o pasar por ese salón de belleza para el que nunca tienes tiempo, y practicar deportes de casi todo el programa olímpico. Alístate. Llegó el momento de conocer a fondo el Mediterráneo... desde dentro.

Para orientarte, un buen truco es ubicar la cubierta de las piscinas. Así sabrás dónde te encuentras en el resto de la singladura.

Idiomas: entre las más de 50 nacionalidades que se alistan en la tripulación, siempre te asignan personal español. Con los camareros, con el personal de limpieza, con los animadores… resulta fácil entenderse. Observa la placa de identificación de tu interlocutor: lleva las banderas de los idiomas que maneja.

La cena del capitán: este acto social a bordo resulta, cuando menos, curioso. Que no te lo cuenten.